martes, 4 de septiembre de 2012

Chequén



Debí estudiar Violetero pálido
Para romper relojes
Y entregarle siempre
A sus manos anaranjadas,
La sorpresa de arrodillarme
Y asesinar los perfumes del jardín,
Porque incluso le plantaría espinos,
Derribaría condominios
y cortaría cables,
Regaría de mi cuerpo joven
Los rincones que aún faltan por ahumar,
Dividiría lo infraccionable,
Volvería a llorar para alegrar,
Levantaría lápidas,
Caminaríamos hacia atrás
Todos juntos
Hasta que yo desaparezca,
En un gemido
Amargo y arrepentido,
Para que reaparezcan las cuerdas
Las hojas, el telar,
los manjares, el adobe,
Que la añoranza no exista,
Que las biblias se quemen,
Que no existe nada
Que la señora recoja las flores
Y sólo las ponga
Sobre su mesa por empolvar.

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